

Lunes 26 de enero de 2009.
Una de las primeras medidas que ha tomado Barack Obama como presidente de los Estados
Unidos ha sido dejar la puerta abierta a la financiación estatal de grupos abortistas. No supone una sorpresa, en sentido estricto, puesto que Obama ya había mostrado su disposición a tomar esta iniciativa, aun en contra de la opinión de la gran mayoría de los norteamericanos. Sin embargo, aunque se pudiera presuponer, hay que denunciar la incoherencia en el discurso de un político que se ha presentado como paladín de los derechos humanos y que contribuye de esta forma a que el drama de los millones de abortos siga creciendo. Estados Unidos ha sufrido durante décadas una profunda división con la llamadaguerra cultural como telón de fondo. La medida aprobada por Obama hurga en la herida y contribuye a acrecentar la división. Como se ha señalado desde la Santa Sede, resulta muy decepcionante que el Presidente de los Estados Unidos crea que puede decidir sobre la vida y la muerte y que autorice de esta forma una masacre de inocentes. Es, en primer lugar, un atentado contra los derechos humanos y contra la dignidad inviolable de cada persona, pero además es un error de bulto en una Administración que pretende reducir el número de abortos
y que sin embargo financia, con el dinero de todos, a unos pocos que quieren lucrarse con el negocio de los abortorios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario